Al poco tiempo de comenzar con su actividad, los fundadores de Casa Raposo contrataron como ayudante a Manuel, un joven de 17 años. Este chico se terminó convirtiendo en el heredero del horno. Tras un breve periodo, una de sus hijas, Mercedes, junto a su marido Pepe, sacó adelante el negocio familiar. Sus descendientes trataron de compaginar sus respectivos trabajos con la panadería, pero ante la imposibilidad de hacerlo fue una de sus nietas quien de la mano de su esposo tomó las riendas del horno.